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Ana Sanz Campos

A debate... Jóvenes, ocio y libertad

(Artículo de opinión que escribí para el Heraldo de Aragón y que publicaron el domingo 1 de julio).

"El ocio industrializado, programado, automático, alienante, esperado, obligado... es un ocio de cartón piedra que no satisface. Lo que satisface es la capacidad de decidir qué hacer. Tanto ocio programado elimina la capacidad de creatividad". "Por una conducta determinada en un momento concreto no se puede catalogar de irresponsable a una persona que en su vida cotidiana es "buena gente", tiene una red social saludable, participa en temas ciudadanos, se implica en acciones de voluntariado, etc. Sin embargo, la imagen de un joven borracho una noche de marcha alimenta el estereotipo de una juventud irresponsable, hedonista, consumista y pasiva". Estas son palabras textuales de una de las tertulias que tuvieron lugar en el I Congreso Aragonés de la Juventud en diciembre de 2006.

Desde la Administración Pública, nuestra labor fundamental consiste en aportar elementos de educación formal y no formal a través de actividades y materiales para que los jóvenes tengan oportunidades en su formación y ocio. Personalmente no apuesto por la creación de espacios nocturnos para el joven, ni el diseño de actividades específicas a altas horas de la madrugada, ya que la experiencia nos ha demostrado que no son de interés para el joven. Creo en la concienciación del ocio responsable y su compatibilidad con el rendimiento en las actividades diarias de cada joven, ya sean escolares, laborales o de ocio.

Un viejo dicho africano dice que "para educar a un niño, hace falta toda la tribu". Un joven no nace por generación espontánea y aparece en el mundo con 20 años. Desde su infancia, pasando por la adolescencia y juventud hasta llegar a ser adulto, intervienen muchos factores. Culturales porque a lo largo de los años sigue unos condicionantes y unas tradiciones que le han marcado el lugar donde ha nacido y el contexto en el que se desarrolla su vida. Y educativos, como principal instrumento bajo el que desarrollamos nuestra personalidad y manera de ser. En mi opinión, la educación tiene que estar sostenida en tres pilares que se repartan todo ese peso: la familia, la escuela y la sociedad. 

Desde la familia se debe potenciar desde el nacimiento la educación en valores y límites, la comunicación y escucha, la toma de decisiones y el asumir la responsabilidad de las acciones. Desde la escuela, se debe facilitar la información y la formación, el control y la influencia grupal en positivo. La sociedad, y cada uno desde su responsabilidad, debemos acompañar a los jóvenes en su desarrollo personal.

Deberíamos pensar menos en los espacios físicos y ser capaces de ofrecer a los adolescentes y jóvenes una buena cimentación como personas, donde hagan lo que hagan y estén donde estén, tengan respeto por los demás y por ellos mismos. La juventud es una etapa pletórica, de aprendizaje, de experiencias, de curiosidad y por qué no, de equivocaciones. Si cada uno tiene las herramientas adecuadas podrá servirse de ellas para llegar a la madurez sin desfallecer en el intento, teniendo todos los caminos en disposición de tomar cualquiera de ellos. 

Educación y cultura es igual a libertad, y aunque nunca completa, nos puede hacer sentir que tenemos parte de ella. La falta constante de tiempo, el individualismo, el apego a lo material y económico, la reducción de la sensibilidad, son tendencias sociales que van ganando espacio en nuestras vidas cada día. Intentar estar a la altura de las circunstancias hoy en día resulta agotador y a los jóvenes se lo estamos poniendo realmente difícil.  

Esta es una labor de todos, no volquemos las responsabilidades de la educación sólo en los padres y madres y en los colegios, porque cada uno tenemos nuestro papel.

 

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