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Ana Sanz Campos

Ryszard Kapuscinski

Ryszard Kapuscinski

Supe de su existencia cuando murió en enero de 2007. Escuché la noticia en los informativos y el perfil de la persona que describían llamó mi atención. A partir de ahí me interesó la obra de este escritor polaco y acabo de terminar su libro "El mundo de hoy", en el que reflexiona sobre los acontecimientos más importantes del último siglo y los cambios que éstos han producido en la sociedad, el siguiente para leer es "Ébano".

Reconocido como uno de los grandes maestros del reportaje, su filosofía sobre el trabajo y la forma de hacer las cosas, le hacen diferente. Me parecen interesantes algunas de las cuestiones que expuso en su intervención en español en la sede de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en el año 2000.

"El primer país que conocí de América Latina fue Chile. Luego viaje por todos los países del continente. Era corresponsal de una agencia de prensa muy pequeña, muy pobre, que no podía tener periodistas en todos los países, entonces yo cubría toda América Latina.

Ya había hecho lo mismo en África y antes de eso en Asia. Allí me tocó participar, observar y escribir sobre actos de guerra, golpes de estado, de todos esos tensos eventos de la segunda mitad del siglo XX en el llamado tercer mundo.

Comúnmente se dice que fue el siglo de las guerras mundiales, de los sistemas, de muchas cosas negativas, pero no se menciona que el siglo XX pasa a la historia de la humanidad por ser el de la descolonización. Nunca antes en la historia surgieron en la escena política más de 50, 80 países y naciones del mundo independientes. Eso no estaba en el pasado de la humanidad y nunca se va a repetir.

Ese gran suceso estuvo acompañado de dos grandes eventos: la migración del campo hacia las ciudades (al inicio de siglo XX, la población urbana mundial era del 15 por ciento y hoy es del 75 por ciento) y el de la independencia política de las colonias o semi-colonias.

A mi me tocó, como periodista, ser un observador de esos grandes eventos migratorios en sentido físico y en sentido político. A eso dediqué toda mi vida periodística; a describir y a documentar estos dos fenómenos.

En la piel del reportero

Para mí es fundamental que un reportero esté entre la gente sobre la cual va, quiere o piensa escribir. La mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y terribles condiciones y si no las compartimos no tenemos derecho, según mi moral y mi filosofía, a escribir.

Escribí sobre mis experiencias de cuando llegué a una aldea en África, en un país llamado Senegal. En esa aldea no había luz eléctrica, pero se podía comprar una pequeña linterna china que costaba un dólar, pero nadie allí tiene un dólar. Entonces, no había televisión, ni Internet, ni esas tecnologías.

Cuando llegaba la noche, la gente se juntaba desde las siete a contar sus historias, y era ese el momento más literario, más bello, más fantástico del día. Era toda una poesía. Por supuesto había que entender el idioma y todo lo que pasaba durante la noche. A las 10 u 11 de la noche a dormir y esto, para un reportero, ya era una experiencia realmente dura, porque era en casitas pequeñas de adobe y piso de pura tierra donde se acomoda toda la familia. Y toda la familia significa muchas personas.

La noche era muy caliente y era imposible dormir con la invasión de mosquitos y sin poderse moverse hasta que aparecía el sol a las 6 de la mañana. Era una experiencia bastante difícil, pero si no compartía con esta gente no vería de otra manera la vida de África. Si pasaba la noche en el Hilton o en el Sheraton no era consciente al escribir sobre sus vidas. Lo mismo pasa en las guerras. La profesión de reportero requiere, para poder escribir, que este tipo de experiencias se sientan en la propia piel.

La otra cosa que hago y que considero también importante para un reportero es viajar solo. Es importante ver el mundo que se investiga y penetra con los ojos propios. La presencia de otra persona influye sobre nuestra percepción del mundo. Sus gestos, sus comentarios, cambian esta limpia relación entre el reportero y el mundo que lo rodea.

Hace tres años hicimos un documental sobre África con un equipo inglés que por primera vez iba a ese continente. Recorrimos lugares apartados y cuando llegábamos a cualquier sitio llamaban desde sus teléfonos móviles a Londres. Viajaron conmigo tres meses pero, emocional y mentalmente, no estaban en África, todo el tiempo estuvieron en Inglaterra. Sólo hicieron su deber.

Para mi una de las características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos, las alegrías de la gente, que de inmediato reconocen si él está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se fue.

La utopía de los poderes de comunicación mundial es que con la actual tecnología se resuelve todo. Yo creo en esos avances tecnológicos, claros e importantes, pero no podemos perder la cabeza ahora, que en los medios de comunicación se ha acelerado nuestra profesión por el manejo de una información inmediata. Claro que una información inmediata hace al mundo muy rápido. Aunque esto no influye en el conjunto serio del periodismo de reportajes, de ensayo, de crónicas. Un periodista talentoso puede escribir todo en un pedazo del periódico, no necesita más que eso.

Yo fui a un país como el Congo, con una guerra de 50 años. Hablaba con la gente, veía un acontecimiento, un golpe de estado, buscaba información para tratar de entender lo que estaba pasando y luego formaba el cuadro de lo que me pasaba y escribía. Ese era realmente mi trabajo.

Cuando estuve durante la masacre de Ruanda de 1994, llegaron muchos periodistas conectados por e-mail, por teléfonos, que no veían lo que pasaba allí. Ellos llamaban a sus jefes en Nueva York, Londres, Madrid, y estos les decían "necesitamos confirmar esto..., tenemos la noticia de que en ...". Ahí ya no eran independientes, ya no eran reporteros, solo seguían órdenes de sus jefes que ni siquiera sabían dónde quedaba Ruanda.

Los mejores reportajes los escribí cuando mi oficina central no sabía dónde estaba. Mi hábito fue tratar de huir de esta gente que no conocía la realidad del lugar donde me encontraba. Ahora, la preocupación de los medios de comunicación no es el cubrimiento, sino es la lucha entre ellos por la competencia. Ya no miran si pasó algo importante, miran donde están los demás para que no se les adelanten.

Al terminar el siglo XIX, cuando apareció el teléfono, se creía que la prensa escrita se acabaría, pero el teléfono sólo sirvió para su desarrollo. A principio del siglo XX, cuando apareció el cinema se dijo que había llegado el fin para la palabra escrita.

Luego cuando se desarrolló la radio también se dijo lo mismo, al igual que con la televisión, pero ya no hay discusión, la prensa sigue desarrollándose. Todos los medios solamente amplían el método de existencia de la palabra, de transmisión de la palabra. No se acaban unos a otros, se amplían.

La palabra globalización se empieza a utilizar después del fin de la Guerra Fría. La globalización es un problema muy difícil de discutir: con esta palabra se entiende un montón de cosas y se usa como en el arte se utiliza la palabra postmodernidad. Hay que empezar con la definición ¿Qué entendemos en este momento por globalización? ¿Qué hay detrás de esa definición? Sin esto no se puede discutir sobre el problema, porque cada uno tiene su propia definición: financiera, económica, política.

La globalización es un fenómeno contradictorio de dos corrientes distintas. Es un río de integración de toda la tecnología, el mundo financiero, los medios de comunicación, pero simultáneamente es otro río en dirección opuesta que lleva a la desintegración, con conflictos étnicos, con ambiciones regionales, con tendencias particulares, en una gran corriente que vive y se desarrolla en contra de la misma globalización.

En un seminario en Ayacucho (Perú) en el que participé el tema fue Globalización y Cultura Andina. Allí habían dos escuelas de pensamiento; unos decían que globalización era un sinónimo de la palabra imperialismo y los otros decían que era una tendencia existente, importante y productiva para la humanidad.

Hoy sentimos que algo está pasando y que tenemos una nueva conciencia de lo global, en temas como el agua y la contaminación del aire. Sin embargo, las fuerzas que participan en la globalización no están definidas, todavía son flotantes, no son precisas, no se han cristalizado. Entonces la lucha no va a ser sobre la existencia de la globalización, sino como utilizar este fenómeno para nuestros propios intereses y nuestros propios fines.

Pude trabajar en Asia, África, América Latina. Entonces a nadie le importaba la gente de estos lugares y todo lo que pasaba allí. Yo nunca traté de ser corresponsal en los lugares de gran competencia como París, Madrid, New York o Roma. Nadie quería ir a arriesgar la vida para escribir sobre la guerra de Angola, así que yo no tenía competencia.

Yo escribí un libro que se llama El Sha de la siguiente manera: durante la revolución en Irán, la más grande revolución de masas en la segunda mitad del siglo pasado, nuestra agencia decidió enviar a un periodista que me dijo "Estoy muy desesperado, es que me quieren mandar a cubrir esta revolución y yo no quiero, no me interesa, tengo miedo". Yo le dije "Si quieres yo puedo ir en tu lugar". "No, no, no creo, no es posible", contestó. Y le dije "Sí. Yo voy con mucho gusto". Entonces fuimos donde el jefe de redacción al que le dije "Mira él no quiere ir, yo si, yo voy inmediatamente". Entonces me fui un año a Irán y así escribí el libro, gracias a este accidente.

El precio de escribir libros

Yo sabía que para poder viajar por el mundo, a países apartados, sin tener dinero, debía pagar con un trabajo duro y difícil, tal vez el peor trabajo del periodismo, el de agencia de prensa. Es para esclavos. Tenía que pagar este precio para luego escribir libros.

A la agencia de prensa hay que enviarle noticias cortas, por aquello de los costos, el tiempo y la competencia. Era un periodismo pobre y formal de no más de 800 palabras.

Y yo viviendo en África, en Asia con esa realidad tan rica, tan colorida, tan diferente a la europea. Tenía que escribir sobre esto, que no cabía en los cables formales de la agencia de prensa, entonces me encerraba en mi cuarto a elaborar notas que se convertirían luego en libros, mientras mis colegas se iban al bar a tomar whisky. Esa fue una satisfacción personal frente al periodismo corriente, que es por definición cortés y no le da cabida para la descripción.

El peso de la palabra

Cada país de América Latina tiene por lo menos un diario serio y en algunos hay buenas revista semanales, lo que significa que en la mayor parte de estos países el nivel profesional es alto. El otro problema es si esta prensa tiene influencia sobre la situación política. Pero eso no depende de ella sino de la cultura de la sociedad.

Actualmente vivimos un período de banalización de la palabra. La palabra ya no tiene el peso de antes. El problema ahora en la comunicación no es la falta de verdad sino que existen demasiadas cosas.

Un ciudadano llamado periodista

El periodista de hoy está entre dos fuerzas, la del poder que le dice que cuidado, que tenga responsabilidad y la de los jefes que lo presionan para que tenga chivas, si no las tiene lo sacan. Esto ya es normal en toda la prensa. Ya no existen reglas fijas, todo depende de la situación.

Yo estoy en contra de esa prensa sensacionalista. Olvidamos que un periodista es un ciudadano del común. Entonces como periodistas debemos tener responsabilidad no solo profesional, sino en sentido ciudadano: ¿es esto bueno para mi ciudad, para mi nación o para mi patria? No en el sentido partidario, sino en el sentido más alto de la responsabilidad.

No podemos olvidar que la situación de un joven periodista que apenas empieza es débil frente a un periodista maduro con cierta posición que se puede permitir mayor libertad de opinión, de comportamiento. En los periódicos las cosas siempre se manejan de diferente maneras, en unos es más grande libertad y en otros es más pequeña. Lo importante en todos los casos es poseer no sólo responsabilidad profesional, sino ciudadana.

Periodista para toda la vida

Todos somos seres humanos y como tal somos diferentes. Igual ocurre en nuestra profesión, unos son mejores que otros. Además, en esto del periodismo contemporáneo mucha gente llega a la profesión para no quedarse toda la vida, si encuentra algo mejor pago en una compañía de carros se va. El periodismo no es solamente una profesión, es una manera de vivir y de pensar. Nosotros decíamos con cierto orgullo que el periodismo era ese algo que íbamos a hacer toda la vida.

El peligro de esta profesión es la rutina y creer que cuando se aprende algo ya lo sabemos todo.

A veces pensamos que el hecho de trabajar en una redacción nos permite todo y eso no es verdad. Trabajar en una redacción no es suficiente, lo importante es entender que si quiere seguir en la profesión se debe estudiar permanentemente y eso es muy duro hoy, porque cada día aparecen nuevos descubrimientos, nuevas ramas de la ciencia, nuevos conceptos de filosofía, de historia, de antropología, de sicología, de miles de cosas.

En la actualidad los éxitos son tan altos que estar en la cumbre es sumamente difícil. Es como en el deporte, donde la lucha es por romper los récord de los otros. Estamos llegando al límite y en ese terreno nos tenemos que mover, aunque ahí sea difícil dar un paso más adelante. En esta profesión obtener algunos logros es sumamente duro, pero es la única guía, no hay otra.

Reportero sin imaginación

Hoy vivimos el fenómeno de la mezcla de géneros, ese debilitamiento de fronteras entre los géneros y las técnicas que podemos tomar de las artes, llamadas collage o ensamblaje. Es necesario romper esas fronteras tradicionales y buscar nuevos métodos, nuevas guías de expresión, nuevas formas para describir este mundo.

Sabemos que no podemos llegar a descripciones plenas, pero tenemos que tratar de aproximarnos. En el nuevo journalism nos damos cuenta de cómo los métodos tradicionales de periodismo no reflejan la riqueza de la situación que se describe. Es entonces cuando tenemos que buscar ayuda en los métodos de la literatura de no ficción para enriquecer nuestro periodismo. Pero no el periodismo diario de acontecimiento, sino periodismo de profundidad.

Entonces ese journalism no cabe en la fórmula de la noticia periodística, sino que abarca esa parte del oficio que trata de profundizar en nuestro conocimiento del mundo, para hacerlos más ricos y plenos. Es como el cubismo en la pintura, porque entiende que una forma lleva en sí muchas formas y trata de mostrarla desde varios puntos simultáneamente.

Yo soy un pobre reportero que no tiene desgraciadamente la imaginación de escritor. Si yo la tuviera jamás habría ido a estos terribles lugares en donde estuve.

Si ustedes leen Le Monde encontrarán en la primera página todos los días la publicidad sobre una nueva novela francesa, entonces tenemos 256 novelas francesas por año. Yo siempre hago este ejercicio, le pregunto a los demás por un título de una novela que tenga en la mente o un escritor importante de novelas francesas hoy. Y nada.

Para mi es fundamental que un reportero esté entre la gente sobre la cual va, quiere o piensa escribir. La mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y terribles condiciones y si no las compartimos no tenemos derecho, según mi moral y mi filosofía, a escribir."

Hay quienes resaltan de este reportero el haber sido "referente moral" del periodismo, en cuyas redacciones valoraba, sobre todo, el ser "buena persona".

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