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Ana Sanz Campos

Sometidas y sometidas II

Las mujeres de algunos países musulmanes llevan: burka, chador, nikab y otras formas de cubrirse la cabeza o incluso el cuerpo entero. Según dicen, tal concepto simplemente no existe en el Corán. En ninguna parte del libro sagrado de los musulmanes se les exige, ni siquiera se les recomienda, cubrirse la cabeza, ni mucho menos llevar un velo integral que les cubra todo el cuerpo incluso el rostro. La interpretación es cultural, manipulada por el hombre, ya que otras interpretaciones hablan del yihab como una cortina, separando los espacios físicos, el privado del público.

Cuando estuve en Egipto, ví que prácticamente todas las mujeres llevaban yihab cubriéndose el pelo, y la mayoría tapando el cuerpo entero con muchas telas para que la movilidad no dejara entrever ningún poro de la piel, las manos con guantes, los pies con calcetines, incluso los ojos, algunas ponían otro velo que los cubría... y todo de negro. ¿Lo que más me impresionó? Verlas en pleno agosto bañándose con sus hijos en las playas de Alejandría vestidas con todo éso... Atónita te preguntas por qué, ¿cómo pueden ir así vestidas? Ya no es sólo el calor, sino que pierden toda su identidad. Una parte importante de la socialización con los demás: los gestos, la mirada, el lenguaje corporal... se diluye ante una masa sin formas, ni color, ni expresión.

Mientras, lo hombres babean cuando ven a las extranjeras, faltando al respeto e intimidándote sin importarles que te moleste. Vas por la calle y te miran con deseo, te intentan dar un beso, te tocan el culo, te cogen del brazo, te tocan el pelo... Y atónita, te preguntas por qué.

Intentaba comprender la parte romántica, bonita, o morbosa de no querer que te vea nadie ninguna parte de tu cuerpo, excepto tu marido, pero conforme me iba dando cuenta del comportamiento que seguían los hombres con otras mujeres... me dio tristeza. Me dio pena que tapen a las mujeres para cortar y reprimir sus instintos sexuales. "La tapamos y muerto el perro, se acabó la rabia"... Así, la mujer de alguien, no puede despertar la apetencia ni el deseo sexual de nadie más. Y todo esto no es cultura, ni religión, ni tradición, sino imposición. Las mujeres que se han querido o quieren salir de esa norma, lo pagan bien caro, muchas veces con su propia vida.


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