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Ana Sanz Campos

Sometidas y sometidas III

En el islam las mujeres se tapan, fuera la sensualidad y las curvas femeninas, que se esconden bajo la tela impía. Las occidentales no, aunque no hace demasiado tiempo que se han ganado esas libertades que dan la posibilidad de mostrar la imagen que una quiera y no tener que estar sometida a la presión social. Y de la libertad a la esclavitud del físico, va un trecho, pero la tendencia vislumbra atrocidades que van en aumento, y cada día son más las consumidoras de lo que llamamos estética, y que algunos para confundir le llaman salud psicológica.

Adolescentes que no han cumplido los 20 años se operan de los pechos implantando bolsas de gel, partimos el hueso de la nariz para reconstruirlo y afinar el perfil, inyectamos silicona en los labios para hacerlos más gruesos, paralizamos los músculos de la cara con el famoso bótox para que no salgan arrugas gestuales, nos quitamos alguna de las costillas flotantes para afinar la cintura, metemos varillas entre los muslos para hacer una liposucción... amén de los regímenes dantescos, el efecto yo-yo (de engordar y adelgazar), o el consumo de fármacos y gasto económico y desgaste personal que destinamos simplemente a "vernos bien".

Esa es la cultura del éxito que estamos fomentando entre los jóvenes: lo bello es lo bueno y hay que hacer todo por conseguirlo, cueste lo que cueste, porque sólo triunfan las personas que resultan atractivas, que siguen la moda y las pautas de lo que socialmente se considera "agradable de ver". Lo digo en tono exagerado, por supuesto, supongo que mucha gente no piensa así. Pero habría que plantarse, y no seguir el juego que puede resultar muy peligroso, sobre todo para la gente que se está formando una manera de vivir basada en la fantasía de lo material e irreal.

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